27.7.11

Run Rabbit Junk


you’ve makin’ me
mad enough, sir
boom, boom
you’re done, sir

Cuando abrí los ojos la luz del faro le dio en la espalda y pude ver su silueta, estaba a menos de cinco pasos, frente a mí. Creí distinguir un sombrero en su cabeza.

Los dos hombres vestidos de traje negro que me habían llevado hasta el lugar me soltaron. Pensé en huir, pero la siguiente vuelta de luz del faro me permitió ver que había unos cincuenta hombres, todos vestidos de traje negro, a nuestro alrededor. Era inútil. Me dejé caer de rodillas, en parte para pedir perdón, en parte porque no podía sostenerme sobre mi pierna derecha, tal vez estaba rota.

Una tormenta parecía avecinarse y las nubes no dejaban pasar ni un poco de luz de luna. De pronto pude sentir su presencia en la oscuridad. El hombre de en medio se acuclilló frente a mí.

Levanté la cabeza sólo para sentir como la manopla que protegía su mano izquierda se estrellaba contra la parte derecha de mi cara. Caí de lado en el barro. Al incorporarme, sin poder abrir el ojo, pensaba sólo una cosa: ¿Por qué?

No tenía idea por qué estaba ahí. Había salido del restaurante a las seis de la tarde como siempre y al subir al autobús para ir a mi casa, me sorprendieron un par de cosas. El autobús estaba vacío y el conductor vestía un traje negro.

Nos desviamos de la ruta en la primer esquina y cuando, ya un poco nervioso, me acerqué a preguntarle al conductor, otros dos hombres, con idéntico traje negro, subieron al vehículo y me pusieron un trapo en la cara.

Desconozco cuánto tiempo permanecí dormido, pero cuando desperté ya era de noche. Al abrir los ojos, me di cuenta de que estaba acostado con manos y pies atados. Uno de los hombres del autobús me miró y sonrió. “Aún no es hora de despertar”. Me pateó en el estómago.

Entrecerré los ojos por el dolor y los cerré cuando vi a otro hombre acercarse con un bat. Mi hombro ardió. Acerqué mis manos para sobarme, en una especie de reflejo, y el siguiente golpe fue en ellas. “Ya no, por favor, ya no...”, comencé a decir, pero el sonido metálico del bat contra mi espinilla interrumpió mis palabras. No sé si me golpearon más, sólo recuerdo que me atragantaba con mi propia saliva mientras intentaba gritar de dolor. Me desmayé.

Levanté la cabeza en el lodo y el hombre habló. “Te daré un minuto de ventaja a partir de ahora”.
Escuché el sonido de una pistola al ser cargada, un sonido que hasta ese momento sólo había escuchado en las películas. Sentí como la lluvia empezó a caer.

Diez, once, doce... contaba en mi cabeza mientras intentaba ponerme en pie y huir... dieciocho, diecinueve...

“Te quedan treinta segundos”. El dolor en la espinilla seguía siendo superior al de mi cara, a pesar de que sospechaba que mi ojo había dejado de funcionar. Un relámpago me permitió ver el rostro del hombre frente a mí.

Era el hombre al que le había tirado el café sobre la mesa. Había sido en el restaurant, esta mañana. Recordé como me miraba enfurecido, mientras me gritaba y yo me disculpaba. Su rostro, increíblemente pálido, se perdía en su vestimenta. Tanto su sombrero como su traje y zapatos eran completamente blancos.

Logré levantarme y empecé a avanzar arrastrando la pierna. ¿Cuánto tiempo me quedaba? Los hombres de traje oscuro se apartaron para dejarme pasar.

“Diez, nueve, ocho...”

Corrí. Cada vez que el pie derecho sostenía mi peso, pensaba que iba a morir, pero corrí. Sentí que corría como nunca había corrido antes.

“... tres, dos, uno...”

Miré hacia atrás, estaba a menos de cincuenta metros del hombre. Escuché un par de disparos.

La luz del faro volvió a mostrarme su silueta. Pensé que si la luz le hubiera dado de frente, también la habría visto, sólo que blanca.

2 comentarios:

  1. D: que malo señor u.u!
    xD

    Pero esta padre el cuento omo!!
    Pero que malo señor umu

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  2. DotA!
    me gusto el no saber que paso antes y que va pasar (:

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